Si hemos de remitirnos a la historia, habremos que señalar
que la conformación de gremios (guildas o logias, en el caso de los arquitectos)
definió gran parte del panorama social en su época, pero más aún... el entorno físico de las ciudades medievales en las sociedades
occidentales. En torno al conocimiento,
el placer o la responsabilidad de detentarlo, generó en primera instancia un
sentido de cohesión de clase, el cual no fue patrimonio eminente del “Artereal”,
denominada así a la maestría de dominio de los elementos constructivos, sino
también un mecanismo de protección y monopolización de los mejores encargos
arquitectónicos de la época. Es de esta manera que la sola definición de gremio personifica para los
constructores el ámbito de nuestra actividad, el cual lastimosamente cambió muy
poco en cientos de años de trayectoria social.
Pues bien, en nuestra
cultura mestiza, mucho de lo europeo tiene una contraparte similar en estas
tierras que hoy llamamos América (la lectura inversa también es válida), con
algunos tópicos distintos, que valga decir, hacen más llevadera esta extraña
obsesión de clasismo que podría empañar de manera circunstancial la reputación
conceptual de los gremios europeos. Los pueblos originarios de igual manera y
posiblemente por una natural manera de asociación, expresaron su entendimiento
del espacio también en importantes documentos de recopilación, pero más aún lo
implementaron en el territorio de una manera más eficaz, luchando en contra de
la elitización del conocimiento, y acercándose de manera práctica a la definición
más efectiva de la sabiduría. Los Amautas si bien generaron códigos y claves de
aplicación, no encriptaron los saberes, ni establecieron reglas de confidencialidad
para impermeabilizarse de miradas profanas (manera en la cual se denominaban a
las personas ajenas al gremio), pues éste es el lugar en donde chocan las
visiones parciales de occidente, especializadas, egoístas y funcionales al
espíritu de clase; con la cosmovisión holística, integral y sistémica de los
nuestros pueblos, de quienes hoy comienzan a emerger a la luz pública y del
escenario científico, complejos esquemas de ordenación y por lo tanto de asociación
de sus arquitectos, anónimos en su gran mayoría, sin el ego de peremnización
fugaz de etiquetas.
Así entenderíamos los americanos la actividad profesional
creativa; en nuestro terruño de igual manera es así como expresamos el pensar
gremial, enfocando nuestros esfuerzos en las búsquedas reivindicativas en grupo
ante el conocimiento egoísta heredado. En Loja se habla de Arquitectura
colectiva, de galardones nuevos y añejos, de requerimientos legítimo de espacio
en el escenario público, de aporte investigativo con actualización académica
permanente, pues el escenario clasista inmóvil solo genera tedio, de aquel que
se intenta con vehemencia desvanecer en los cafetines de sueños y ensueño, en
aquel espíritu de club privado aprendido en la comodidad de los privilegios de
estatus; versus una militancia real del
gremio, como un servidor comunitario, como un referente ciudadano, como un
lugar de efervescencia de cambio local y regional… esto puede ser, precisamente,
lo que busca nuestro colegio de arquitectos, trascender del
momento histórico anquilosado en estériles nichos al presente de retos y
compromisos sociales.
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