lunes, 29 de septiembre de 2014

El gremio histórico, la militancia efímera de clases


Si hemos de remitirnos a la historia, habremos que señalar que la conformación de gremios (guildas o logias, en el caso de los arquitectos) definió gran parte del panorama social en su época, pero más aún... el entorno  físico de las ciudades medievales en las sociedades occidentales.  En torno al conocimiento, el placer o la responsabilidad de detentarlo, generó en primera instancia un sentido de cohesión de clase, el cual no fue patrimonio eminente del “Artereal”, denominada así a la maestría de dominio de los elementos constructivos, sino también un mecanismo de protección y monopolización de los mejores encargos arquitectónicos de la época. Es de esta manera que la sola definición de gremio personifica para los constructores el ámbito de nuestra actividad, el cual lastimosamente cambió muy poco en cientos de años de trayectoria social.                  

 Pues bien, en nuestra cultura mestiza, mucho de lo europeo tiene una contraparte similar en estas tierras que hoy llamamos América (la lectura inversa también es válida), con algunos tópicos distintos, que valga decir, hacen más llevadera esta extraña obsesión de clasismo que podría empañar de manera circunstancial la reputación conceptual de los gremios europeos. Los pueblos originarios de igual manera y posiblemente por una natural manera de asociación, expresaron su entendimiento del espacio también en importantes documentos de recopilación, pero más aún lo implementaron en el territorio de una manera más eficaz, luchando en contra de la elitización del conocimiento, y acercándose de manera práctica a la definición más efectiva de la sabiduría. Los Amautas si bien generaron códigos y claves de aplicación, no encriptaron los saberes, ni establecieron reglas de confidencialidad para impermeabilizarse de miradas profanas (manera en la cual se denominaban a las personas ajenas al gremio), pues éste es el lugar en donde chocan las visiones parciales de occidente, especializadas, egoístas y funcionales al espíritu de clase; con la cosmovisión holística, integral y sistémica de los nuestros pueblos, de quienes hoy comienzan a emerger a la luz pública y del escenario científico, complejos esquemas de ordenación y por lo tanto de asociación de sus arquitectos, anónimos en su gran mayoría, sin el ego de peremnización fugaz de etiquetas.

Así entenderíamos los americanos la actividad profesional creativa; en nuestro terruño de igual manera es así como expresamos el pensar gremial, enfocando nuestros esfuerzos en las búsquedas reivindicativas en grupo ante el conocimiento egoísta heredado. En Loja se habla de Arquitectura colectiva, de galardones nuevos y añejos, de requerimientos legítimo de espacio en el escenario público, de aporte investigativo con actualización académica permanente, pues el escenario clasista inmóvil solo genera tedio, de aquel que se intenta con vehemencia desvanecer en los cafetines de sueños y ensueño, en aquel espíritu de club privado aprendido en la comodidad de los privilegios de estatus;  versus una militancia real del gremio, como un servidor comunitario, como un referente ciudadano, como un lugar de efervescencia de cambio local y regional… esto puede ser, precisamente, lo que busca  nuestro  colegio de arquitectos, trascender del momento histórico anquilosado en estériles nichos al presente de retos y compromisos sociales.

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